domingo, 3 de mayo de 2015

Día del trabajador



El 1 de mayo de todos los años se conmemora una de las fechas más simbólicas para la clase trabajadora a nivel mundial: el día internacional de los trabajadores. No es el día del trabajo: ese es todos los demás días. La marcha del 1 de mayo por la carrera séptima de la capital congrega anualmente a varias organizaciones sindicales, movimientos políticos y distintas manifestaciones sociales. 

¿Pero cuál es la razón de salir en esta fecha a las calles? A juzgar por lo que se ha visto en los últimos años, es una excusa para que los líderes sindicales practiquen sus anticuadas arengas (arriba la clase obrera, abajo la explotación del capitalista, sindicato de trabajadores presente) y que un coro cada vez más apático responda arriba arriba arriba, o abajo abajo abajo o presente presente presente, según. También es ocasión para que unos tantos autodenominados revolucionarios confundidos se enfrenten al ESMAD en la Plaza de Bolívar en el tradicional combate piedra (y papa) vs gas (y granadas de aturdimiento, balas de goma, bolillo e impunidad). Por último, es una oportunidad para ver cómo algunos partidos políticos y las agremiaciones sindicales buscan ganar réditos en los movimientos populares al hacer presencia en la manifestación.

1 de mayo de 2015, Bogotá

Sin embargo eso no resuelve la pregunta. ¿Por qué salir a a la calle el 1 de mayo? Todo se remonta a 1886. El 1 de mayo de ese año había sido declarado por la Federación de Sindicatos Organizados de EEUU y Canadá (Federation of Organized Trade and Labor Unions of the United States and Canada) como el día de inicio de la jornada laboral de ocho horas, una de las reclamaciones históricas del movimiento obrero. 

Para ese momento Chicago había vivido unos años de crecimiento económico meteórico. La expansión de la industria manufacturera en la ciudad atrajo a una gran población de inmigrantes en búsqueda de empleo. La combinación de prácticas industriales predatorias, la brutalidad de la fuerza pública y la movilización de los obreros de la ciudad para reclamar derechos básicos produjo una situación peligrosa. Desde 1855 se registraron varias instancias en que manifestantes fueron salvajemente reprimidos por la policía o tropas regulares.

Cyrus McCormick era el dueño de una fábrica de cosechadoras industriales, la McCormick Harvesting Machine Company. Su negocio había crecido a la par de la ciudad. En 1849 su fábrica produjo 1500 cosechadoras. En 1884 la McCormick fabricó 80.000. Los trabajadores de la fábrica comenzaron a exigir una jornada de 8 horas con una huelga realizada el 1 de mayo de 1867. La lucha entre McCormick y los obreros del Local 23 del Molders Union por mantener el margen de ganancia el uno, y por obtener condiciones dignas de trabajo los otros, estuvo al rojo vivo desde entonces. 

En 1886 el astuto empresario recortó los salarios en un 15%, aumentando de esa forma sus tasa de utilidades a un espectacular 71%. Los obreros en paro fueron dejados fuera del lugar de trabajo desde febrero y los rompehuelgas trabajaban con la protección de 400 miembros de la policía. La huelga general decretada por el  movimiento nacional fue se unió con la de los trabajadores de la fábrica. El 3 de mayo, al terminar la jornada laboral, varios de los obreros de la McCormick acosaron a los rompehuelgas que salían de la fábrica. La policía decidió disparar sobre ellos. El saldo fue de cuatro muertos.
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Galería de Imágenes, 1 de mayo de 2015

El día siguiente miles de huelguistas se reunieron en Haymarket para protestar por el hecho de violencia. El periodista anarquista August Spies, quién el día anterior había estado con los manifestantes de la McCormick, contó lo que había visto. Después de varias horas de mitin, a eso de las 10:30 PM, justo cuando de la intervención de Sam Fielden estaba llegando a su fin, 176 policías atacaron a la multitud que se había reducido a unas 200 personas. En ese instante una mano desconocida lanzó un taco de dinamita y en medio de la oscuridad se oyeron varios disparos. Luego de la confusión sólo quedaron los cuerpos de las víctimas en la plaza. Los periódicos clamaron por sangre, y la justicia actuó como sabe hacerlo en esos casos:satisfaciendo a la mal llamada opinión pública. Ocho personas fueron juzgadas sin garantías procesales. De ellos, cuatro fueron colgados el martes negro, 11 de noviembre de 1887.

Entonces ¿Por qué salir a la calle el 1 de mayo? Más allá de los clichés y las actitudes que han devenido en un cansado estereotipo, las reclamaciones de la población trabajadora son necesarias para la supervivencia de la dignidad humana de la clase trabajadora. Hoy, después del tránsito del capitalismo por formas menos crudas durante el siglo XX, el sistema laboral y económico ha retomado su lado más descarnado y brutal, con niveles de explotación y precarización de la fuerza de trabajo comparables a los peores momentos del siglo XIX. Las maquilas, el outsourcing, la flexibilización del mercado laboral y demás estrategias adoptadas por el capital en los últimos años han hecho que muchos de los logros del movimiento obrero se hayan esfumado. Es común que una persona cualquiera trabaje jornadas de más de ocho horas, sin acceso a seguridad social y sin contrato laboral. Por eso es que hay que marchar el 1 de mayo.

Y no hay que limitarse a esa fecha. Contrario a lo que parecen pensar los tropeleros profesionales, la transformación de la sociedad no pasa por enfrentarse con la policía cada tanto en una acción que tiene tanto de reaccionario como de inútil. La transformación de las condiciones laborales actuales pasa por un sindicalismo menos corrupto que el que ha tenido Colombia hasta ahora, por procesos organizativos profundo y, por pequeñas actitudes cotidianas de resistencia en el lugar de trabajo que al ser compartidas, al hacerse comunes, y al ser asumidas como parte de la lucha por la dignidad propia y del colectivo, podrían conducir a una situación distinta en la correlación de fuerzas entre el trabajo y el capital.Los cambios estructurales se producen en el día a día, caminando sin tanto ruido pero con determinación hacia objetivos más duraderos que la ocupación de la Carrera Séptima y la Plaza de Bolívar por unas cuantas horas.