lunes, 22 de diciembre de 2014

Con el puño en alto

Hace dos años gran parte de la humanidad estaba aliviada por no haber muerto en un apocalipsis de agua y fuego. Una vez más quedó demostrado que el ser humano puede llegar a tener una capacidad impresionante para no aprender. Tras superar incontables fechas del fin del mundo, millones de personas se dejaron convencer por un pastiche de alienígenas ancestrales, mayas, nueva era, apocalipsis, miedo, trece baktun y tonterías varias difundido hasta la saciedad por medios de comunicación. Multitudes temieron que los días del calendario no irían más allá del 21 de diciembre de 2012. Hace dos años el Ejército Zapatista de Liberación Nacional veía como su nombre y sus rostros ocultos aparecían en prensa luego a la marcha silenciosa con la que regresaron a la luz pública tras una breve ausencia. Como el mundo no se acabó (y en anticipación a lo que será el Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías a realizarse en México del 22 de diciembre al 3 de enero del año próximo organizado por el EZLN y el Congreso Nacional Indígena de México) podemos presentarles un fotoreportaje a sobre de lo que sucedió en Palenque, Chiapas el 21 de diciembre de 2012. Una versión de este reportaje fue publicado en el http://elantagonista.com/

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es una insurgencia poco común. Popular a nivel nacional y con un gran apoyo internacional, el EZLN ha logrado mantenerse vigente políticamente a pesar del discurso en contra del terrorismo y el clima intelectual de derecha que prevalece en la élite y los grandes medios mexicanos. EL EZLN ha construido una alternativa de vida que se hace manifiesta en los caracoles, municipios autónomos y las comunidades de base, dando pie a la formación de una estructura social paralela y en contravía a la que busca imponerse sistémicamente en el resto del mundo desde la promulgación del Consenso de Washington.


Su dramática aparición pública se produjo el 1 de enero de 1994: ese día se tomaron militarmente varias ciudades del estado de Chiapas. En ese momento los zapatistas ya acumulaban un proceso de 10 años de organización de base en las selvas y montañas chiapanecas y su plan era iniciar una guerra popular prolongada (de corte maoísta) desde Chiapas con el fin último de conquistar la Ciudad de México.

En el momento del alzamiento armado el Muro de Berlín había sido derribado, la Unión Soviética no era más que un recuerdo y el libre mercado se había convertido en dogma de fe. La opresión comunista tenía que caer para que los gobernantes del "mundo libre" pudieran introducir el doblepensar orwelliano en todo el planeta repitiendo un guión ya trajinado: llevar la libertad y la democracia en las alas de aviones de combate y botas de soldados a países con recursos naturales escasos o donde hay poderosos intereses de las compañías multinacionales.


Mientras los políticos celebraban el final de la Guerra Fría, los intelectuales adeptos al sistema llevaron el ánimo festivo a sus escritos. El caso más sonado fue el de Francis Fukuyama que declaró “el fin de la historia”. Según el politólogo estadounidense la humanidad había llegado al máximo estadio de desarrollo filosófico, político, social y económico, representado, claro está, por el sistema capitalista en su variante democrático-representativa, liberal, individualista y monetarista. De acuerdo a este y otros autores, el mundo soñado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que en paz descansen, parecía bien encaminado a hacerse realidad. Al menos en América Latina los políticos seguían obedientemente el paso dictado por Washington: ese mismo 1 de enero de 1994 entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la cereza en el pastel de reordenamiento neoliberal impulsado por Carlos Salinas de Gortari durante su sexenio.

A pesar de la ambición inicial, la fase armada del alzamiento duró 12 días. El EZLN, en vista de la evidente superioridad de las tropas regulares mexicanas, cambió de estrategia revolucionaria y táctica política. Sin embargo, su irrupción borró de un plumazo la teoría del fin de la historia y demostró que aún quedaban espacios no conquistados por la ideología neoliberal. También quedó claro que los pueblos indígenas del sureste mexicano tenían voluntad para resistir el embate del nuevo orden mundial, y que la intención de transformar el sistema político y económico imperante hacía parte de su horizonte de acción.

El silencio de los fusiles trajo una transformación importante en la práctica política del EZLN. Los zapatistas se dedicaron a construir un nuevo tipo de sociedad en los espacios bajo su control en Chiapas y a aprovechar los nuevos medios de comunicación, principalmente el internet, para consolidar su lucha en dos planos: el social-comunitario y el simbólico, creando así una insurgencia pacífica con valores de resistencia y construcción de alternativas de vida. Su propuesta y sus símbolos alcanzaron resonancia global. Desde entonces el EZLN ha sido un protagonista de la política mundial y es en un ejemplo de lucha y organización para distintas expresiones de la izquierda, que los visita en la Selva Lacandona o Los Altos de Chiapas. Su importancia como faro político es superlativa, teniendo en cuenta que aparecieron cuando la izquierda había dejado caer las banderas de la lucha revolucionaria y se había abandonado a la apatía y el cinismo tras el fracaso del "socialismo realmente existente".

Con la firma del acuerdo sobre Derechos y Cultura Indígena (conocido como acuerdo de San Andrés) en 1996, el único documento suscrito entre el EZLN y el gobierno mexicano, el gobierno federal reconoció derechos extensivos a todos los pueblos indígenas mexicanos. Derechos que, por demás, nunca fueron efectivamente respetados por los gobiernos federales ni estatales. En la ocasión hubo otras cinco mesas temáticas programadas (Democracia y Justicia, Bienestar y Desarrollo, Conciliación en Chiapas, Derechos de la Mujer en Chiapas y Cese de hostilidades) pero ninguna produjo un documento culminatorio.

En Chiapas aún hay guerra de baja intensidad contra el EZLN.  El asesinato de José Luis Solís López, Galeano, el 2 de mayo de 2014 a manos de paramilitares es una prueba más de ello. No hay que olvidar que los gobiernos de Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto han profundizado los esquemas económicos y legales que enriquecen a las capas más ricas de la sociedad en perjuicio del resto de los mexicanos. Por eso el EZLN no cesa de reclamar "trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz" como quedó consignado en la Primera Declaración de la Selva Lacandona. Por eso sigue vigente y  han resistido pacífica, tenaz, digna e irreductiblemente.

El EZLN se ha sintonizado con la izquierda mexicana y mundial por medio de poderosos gestos simbólicos, la inclusión en su programa de reivindicaciones medioambientales y de género, y los golpes de opinión asestados en sus declaraciones públicas. Las sucesivas Declaraciones de la Selva Lacandona (ya van en la Sexta emitida en 2005), la Otra Campaña de 2006 para mostrar cómo se vive la política desde abajo y a la izquierda (como se repite incansablemente en el argot zapatista) en medio de la campaña presidencial que llevaría al poder a Felipe Calderón, la constante corresponsalía del Subcomandante Marcos en distintos medios audiovisuales y escritos, y el reciente difuminamiento de su figura para darle paso al nacimiento del Sup Galeano son solo algunos ejemplos del carácter de profundamente pedagógico y simbólico de la práctica política zapatista.

El 21 de diciembre de 2012 se produjo otro de estos gestos memorables. Los zapatistas volvieron a hacerse presentes en las ciudades que habían sido testigos de la incursión de 1994. Esta vez no hubo disparos, gritos y explosiones. No hubo gente corriendo por las calles. No hubo destrucción ni muerte. El mismo día en el que muchos ingenuos esperaban el fin del mundo, las mujeres y hombres de las comunidades autónomas y en rebeldía zapatistas caminaron por las calles de San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Las Margaritas, Altamirano y Palenque. Marcharon en silencio, con el puño en alto. Marcharon para decirle al mundo que aún están presentes porque las causas fundamentales del alzamiento siguen presentes. Ese día en Palenque, bajo una intensa lluvia, se registraron las imágenes que acompañan este artículo.

jueves, 23 de octubre de 2014

Visita al Planeta Rojo

¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando te dicen que vas a transitar por la carretera internacional? La primera pregunta que harías seguramente sería ¿en qué lugar del mundo queda? Te voy a dar una respuesta intencionalmente vaga: en América Latina. Si eres optimista quizá te imagines una autopista con varios carriles en ambos sentidos. Si no lo eres tanto pensarás en una carretera amplia, bien señalizada con un nutrido flujo vehicular. Si eres realista probablemente pensarás en una carretera de un solo carril, pero eso sí, asfaltada, tal vez algo rota, pero asfaltada. Luego, si te informan que la carretera internacional demarca la frontera entre República Dominicana y Haití entre los poblados dominicanos de Restauración y Pedro Santana podrías hacer un juicio algo distinto al que hiciste inicialmente. Sin embargo seguramente lo que imaginaste dista bastante de lo que vas a ver. Nada te prepara para lo que te encuentras al emprender el camino por los 48000 tortuosos metros de la pomposamente bautizada trocha.

Según cuentan algunas personas de la región, la vía construida entre 1937 y 1942 gracias a un acuerdo bilateral entre República Dominicana y Haití fue una carretera de verdad. Era posible transitar por ella, insisten. Algo difícil de creer viéndola hoy. Sobran los avisos que advierten que la velocidad máxima permitida es de 45 km/h: en muchos tramos no se puede exceder los 10 km/h. El asfalto es tan extraño acá
como la nieve en el Sahara. Las curvas son constantes y pronunciadas y deben ser negociadas con cuidado. La tierra es árida y seca, algo arcillosa. Es roja casi siempre; cuando no es roja, es café. Todo es color tierra. A veces es posible ver algunos parches verdes y a lo largo del camino se atraviesan un par de puentes sobre el cauce seco de algo que tal vez fue un río. Queda flotando la pregunta ¿qué se puede sembrar acá?… ¿Se puede sembrar acá? En algunos lugares inmensos peñones impiden el paso sobre cuatro ruedas a una velocidad mayor que la que permite la locomoción en dos piernas. Esto lo aprovechan los niños que habitan a orilla de la trocha para correr detrás de los vehículos pidiendo dinero.

Esa es otra característica del paisaje. Una miseria atávica, ancestral. Pareciera más antigua que las montañas que recorres. A lo largo del recorrido hay varios asentamientos de una pobreza indescriptible. Mulas, caballos, niños, mujeres, hombres, algunas vacas, todos cubiertos de una patina de polvo y carencia. Panzas infladas por los parásitos, ojos inyectados de sangre, costillas marcadas por piel tensa y negra. Los mercados sobre la carretera dan la impresión de ser asentamientos temporales, campos de refugiados. Desde cuándo, unos cuantos días o unos tantos años, por causa de algún terremoto o alguna guerra civil, no se sabe. Producto de la tragedia cotidiana que es la vida en Haití. Esa es la única certeza.

Y hablo de la tragedia cotidiana haitiana porque acá, a pesar de ser zona de frontera, casi toda la población es haitiana. Los que no lo son hacen parte de algún contingente de la ONU, con los uniformes y brazaletes que los acreditan como tal o son parte del ejército dominicano. Probablemente resguardan la soberanía nacional de una invasión haitiana, no militar sino de migrantes. O tal vez el Estado se olvidó de ellos hace ya algún tiempo y los tiene tan abandonados como la carretera. A pesar de la presencia de éstos (o tal vez, en parte, debido a) la vía se siente peligrosa. No sé si lo sea. No me consta, pero se siente así. Tal vez es por lo sorpresivo de lo que se encuentra en ella. La diferencia entre la carretera internacional y lo que estás acostumbrado a transitar y ver es tan chocante que intimida y siembra dudas. Cada 5 kilómetros hay un aviso indicando cuánto falta. Eso produce una sensación profundamente angustiante por lo lento del recorrido. El trayecto toma seis horas pero sientes que dura eternidades. 

Al final, al volver a las carreteras de la República Dominicana, queda la sensación de haber visitado otro planeta. Y en cierta forma, así fue. Pero no son ellos los que viven en un mundo paralelo. El alienígena soy yo, somos nosotros. Es un hecho que la mayoría de la población mundial vive en condiciones de pobreza extrema y no tiene acceso a servicios de salud, educación o bienestar social básico. La inmensa mayoría de la gente que habita este planeta vive con menos de dos dólares al día y se acuesta cada noche con hambre. Miles de millones se van a dormir sin revisar el correo electrónico o las notificaciones del Facebook porque claro, no saben leer. Y aún más grave según nuestras nociones virtuales de la realidad: no tienen smartphones, ni computadoras, ni acceso a internet. Y yo, preocupado por las condiciones en que está una carretera durante un viaje en jeep por una isla caribeña. Ahora, te repito la pregunta: ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando te dicen que vas a transitar por la carretera internacional?