Es simple. El agua es la materia prima de la vida. Y sí, es un cliché decirlo, pero parece que no siempre queda claro. Entonces es necesario repetirlo: el agua es vida. Punto. No hay atenuantes ni posiciones intermedias. No hay un punto de compromiso. Ni la consulta previa con las comunidades antes de adelantar un megaproyecto, ni los proyectos de mitigación ambiental, ni el turismo en los embalses, nada cambia esta realidad fundamental. Los ríos son el sistema circulatorio del planeta. ¿Sabes qué pasa cuando algo obstruye el fluir de sangre en tus venas? Probablemente te dé necrosis o sufras de un infarto. Lo mismo pasa con las presas. Estas evitan que el agua siga su curso natural. Así, se alteran los ciclos de riego, las temporadas de pesca, se desbalancean los ecosistemas fluviales y se crea un inmenso cuerpo de agua en un lugar que alguien probablemente llamaba hogar. Los daños ecológicos y sociales son inmensos. Todo lo anterior sin contar con la amistosa cooperación de la fuerza pública y sus aliados privados con las grandes transnacionales energéticas para reprimir a los pueblos eso sí, de una forma mucho menos cordial, cuando éstos se organizan para resistirse a la invasión de sus territorios.
¿Y esa energía para qué? ¿Para alimentar un sistema de producción y consumo totalmente incompatible con el medio ambiente y la humanidad en beneficio del tope de la pirámide social? Pues entonces no la queremos. No es necesaria. Producirla es contraproducente. La inmensa mayoría no saca provecho de ella y sólo se beneficia una pequeña élite mientras se engorda su cuenta bancaria. Hay que repetirlo: el agua es vida. Los billetes no hidratan la tierra. Las monedas tampoco. ¡Ríos libres, pueblos libres!
Corto con las acciones realizadas en el marco del día internacional en contra de las represas, por los ríos, el agua y la vida en Los Altos de Chiapas y San Cristóbal de las Casas
Los
presos políticos* son uno de los temas más controversiales en América Latina.
Actores ubicados en todo lo ancho del espectro ideológico se constituyen en
víctimas y victimarios del apresamiento por causas políticas y desde todas las
orillas se producen señalamientos y acusaciones. Lo acalorado de la discusión
pública en las sociedades contemporáneas hace que en muchas ocasiones se ignore
la especificidad de cada una de las personas que están privadas de su libertad,
por lo que los presos políticos corren el riesgo de convertirse en estandartes
de batalla. Con el fin de clarificar un argumento político es posible caer en
la instrumentalización del sufrimiento individual: no es infrecuente el ataque
a un Estado represor esgrimiendo el número de presos que este ha procesado por
causa de lo que piensan. Esto sitúa al reo político en una doble paradoja. Por
un lado, los canales de comunicación que se abren para que su voz llegue a
oídos libres pueden acallarla al ponerla en función de sus intereses. O sea,
hacer visible la causa invisibiliza al individuo. Por otra parte, las pasiones
profundamente humanas producidas por la percepción de injusticia y su
conjunción con los debates políticos al interior de una sociedad deshumaniza al
reo. En resumen, los presos políticos son susceptibles a ser doblemente
confinados, físicamente bajo el peso del sistema penitenciario y legal, y
simbólicamente, tras los velos impuestos por el uso del concepto en agendas
políticas ajenas a la propia.
Hay que
aclarar que esto es más frecuente en los presos políticos reclamados desde la
derecha. Los grandes medios de comunicación dan cuenta de la situación de los
reos en Cuba o Venezuela, difunden imágenes de sus huelgas de hambre y
exigen su liberación inmediata. Mientras tanto, miles de personas ven como sus
días se arrastran pesadamente tras las rejas, olvidados por las cámaras y los
reporteros. Este olvido se debe al doble estándar mediático. Los olvidados tras
las rejas purgan condenas en países menos propensos a ser señalados por sus
políticas de derechos humanos, dado su “buen comportamiento” en materias
socioeconómicas. Este “buen comportamiento” está definido, claro está,
por el evangelio de nuestro tiempo: el Consenso
de Washington. Lo anterior no es una justificación para el encarcelamiento
por motivos políticos en países con gobiernos considerados de izquierda.
Apresar a alguien por lo que piensa es inexcusable. La intención es, más bien,
señalar la valoración del concepto "preso político" y el uso que se
hace de él mientras se ignora (o oculta) a los reos que no están en capacidad
de ser usados para acumular réditos económicos, políticos o electorales.
Los presos
políticos que no ocupan páginas de primera plana son apoyados por centros de
defensa de derechos humanos, prensa y medios libres, colectivos de abogados,
entre otras organizaciones. Muchos de ellos sólo reciben el apoyo de sus
familiares y activistas políticos. Otros sufren de un abandono total. Su
confinamiento, muchas veces injusto, (injusticia no como criterio moral, sino
jurídico) pasa a ser un punto de orgullo de los tribunales al no aceptar ceder
frente a las presiones y la evidencia legal de sus atropellos. El caso de
Alberto Patishtán, en el que la Suprema Corte
de Justicia mexicana declaró su incompetencia, es
una muestra de cómo la máxima instancia de justicia de México se escuda en
tecnicismos legales para evitar dar una solución de fondo a un caso flagrante
de manipulación de evidencia, corrupción y encarcelamiento por causas políticas.
Mientras
tanto, algunos reos han usado la categoría de preso político como una táctica
para perfilar su defensa frente a los estrados judiciales y la opinión pública.
Jorge Videla, dictador argentino condenado por delitos de lesa humanidad
cometidos durante su tiempo en el poder se considera a sí mismo privado de la libertad por razones
políticas. Algo similar argumentaron otros procesados y condenados por
delitos cometidos en las distintas dictaduras militares que agobiaron al
continente durante la segunda mitad del siglo XX. Los ejemplos de Manuel
Contreras, jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional durante los años
de la Operación Cóndor o Juan María Bordaberry, presidente uruguayo que entregó el
poder a los militares en 1973 son sólo dos casos de lo anterior.
Como
todo lo demás en América Latina, las cárceles están atravesadas por una desigualdad escalofriante. En ellas se castiga
preferentemente a los pobres. El Estado no ofrece programas de rehabilitación y
reinserción social debido a la voracidad de los recortes en programas sociales
y más bien se dedica a la administración de la población carcelaria según los
criterios de eficiencia y ahorro típicos del Estado neoliberal. Además, la
corrupción al interior de los penales actúa como un multiplicador de
desigualdad: algunos disfrutan de comodidades que muchos soñarían con tener fuera
de los muros penitenciarios mientras otros lidian con condiciones de insalubridad, hacinamiento, drogadicción y criminalidad difíciles de encontrar fuera de la cárcel. Así mismo, hay presos más
relevantes que otros. La estratificación según los criterios de etnicidad,
clase e ideología está profundamente enquistada en esta problemática.
Pongámoslo en términos claros: un hombre blanco o mestizo de clase alta condenado por crímenes cometidos por los aparatos de inteligencia de una dictadura no recibe el
mismo tratamiento que una mujer indígena, pobre, presa por reclamar en contra de los
atropellos del Estado.
Por último, una nueva amenaza carcelaria se cierne sobre la sociedad en
general. En Estados Unidos las prisiones ya son un negocio privado, una
nueva frontera acumulativa para el capital. Cada preso representa un ingreso
adicional para el operador del penal. El escándalo kids
for cash demuestra los peligros de este sistema:
dos jueces de Pennsilvania recibíeron dinero (2.6 millones de dólares) de los operadores del penal para
menores de Wilkes-Barre a cambio de pronunciar largas sentencias en contra de
jóvenes por acciones tan triviales como burlarse del rector de su secundaria en
MySpace. Brasil es el pionero latinoamericano en este tipo de
centro de detención. Este tipo de iniciativas no deben ser permitidas en el resto de los países de la región. Es de esperar que en el ambiente de corrupción política se reproduzcan los vicios que ya se manifestaron en EEUU y se
profundice el abismo de injusticia, ilegalidad, corrupción y desigualdad en el
que ha caído el sistema carcelario.
_________________
* A lo largo del escrito se usará el masculino. Esto no significa que no existan presas políticas o que no las tomemos en cuenta.
Entre el 30 de diciembre de 2012 y el 2
de enero de 2013 se realizó en el CIDECI-Unitierra de San Cristóbal de las
Casas, Chiapas, el Tercer Seminario de Reflexión y Análisis Planeta Tierra
Movimientos Antisistémicos. Jérôme Baschet, profesor de la École des
Hautes Études en Sciences Sociales de París presentó una ponencia en el marco
de este encuentro. En esta entrevista Baschet habla sobre la crisis del
capitalismo y ambiental actual, los peligros del capitalismo verde y el
desarrollo sustentable, y ofrece su idea de lo que deben ser las temporalidades
del cambio revolucionario.
Videoresumen de la entrevista a Jérôme Baschet, enero 2 de 2013
Impar AV: Cuéntanos sobre tu ponencia.
Jérôme Baschet: Hablé de las
posibilidades que tenemos de construir nuestros espacios liberados de
distintos tamaños, de los más pequeños a otros más grandes como en el caso del
zapatismo. Y que claro, eso se está dando en un contexto de crisis del
capitalismo, sobre todo en la forma visible que asume desde 2007-2008 y que es
un factor que para nosotros es favorable. Aunque puede generar muchas
dificultades porque la crisis significa más pobreza, más desempleo y más
problemas para la gente, también significa que hay un contexto en el cual la
dificultad del capitalismo para reproducirse a sí mismo se ve cada vez más
clara. Como parte de eso está el problema ambiental general y la crisis
climática. Para sintetizar, dije que eso lo podemos ver como una insurrección
de la Madre Tierra en la medida que todos los fenómenos que los medios llaman
desastres naturales —que van a ser cada vez más frecuentes— son la reacción de la Madre Tierra a todo lo que
el hombre provoca y en primer lugar, el calentamiento global. Lo podemos ver
así. La gente puede decir que la Tierra no se va
a levantar en armas, no hace insurrección. Me baso en el hecho que los pueblos
indígenas hablan de la Madre Tierra como algo vivo. Lo que vemos bajo la forma
de esos desastres, llamados naturales, es la reacción a la agresión que provoca
no el hombre en sí mismo, sino el sistema capitalista con la absurdidad de
aumentar la producción en beneficio de la ganancia. Esa es la causa fundamental
del desastre ambiental, del ecocidio, o como lo queramos llamar. Si la Madre
Tierra es una fuerza viva, efectivamente sus reacciones son, yo las llamo así,
una insurrección. Lo llamo así para decir que quizá es una fuerza que en cierta
medida nos ayuda en la lucha anticapitalista. Puede parecer paradójico porque
nos ayuda con el peligro que nos está destruyendo como humanidad. Con un
poquito de optimismo —pueden
decir que es muy fantasioso— quizá obligue a las mujeres y los hombres a
reaccionar porque no es posible seguir así. Eso va a ser más evidente cuando se
vayan dando los efectos anunciados del cambio climático que son tremendos.
I-AV:¿Qué
opinas de los proyectos que, por un lado, responden a la necesidad del capital
de ampliar su frontera de acumulación, y que por otro, buscan contener las
presiones ambientales y hacer del capitalismo un sistema sustentable?
J.B.: El capitalismo verde y el desarrollo sustentable yo creo que no
tienen sentido. La raíz del problema es el motor mismo del capitalismo. Hay una
necesidad de producir cada vez más en función de expandir el valor. Aumentar las ganancias cada vez más, cada vez más, cada vez más. Con el dato de
que el crecimiento de la economía no es lineal sino que es exponencial. Las cantidades
de capitales que buscan como valorizarse son enormes y hay que inventar lo que
sea para crear fuentes de nuevas ganancias. Lo que sea, a cualquier costo.
Incluso si no hay necesidad: puede ser que no haga falta ni tenga lógica
económica en sentido estricto, pero se va a hacer. Es el caso de ese aeropuerto en Francia, que lo quieren hacer a como dé
lugar. Tienen que hacerlo y el argumento quizás al final es que genera trabajo, actividad económica y genera ganancias para las empresas que van construir algo así. Pero el aeropuerto en sí mismo
no tiene ninguna justificación económica estricta, incluso en el seno mismo del
sistema capitalista. Y menos para la gente que le van a
quitar sus tierras y que no necesitan a viajar en avión más de lo que están haciendo ahora. Es un sistema fundamentalmente absurdo, lógico en la dinámica de
la creación del valor, la ganancia y el dinero, pero que no tiene ningún
fundamento humano y social. En un sistema así, que tiene como motor la creación
de ganancia a cualquier costo, no se puede hablar ni de decrecimiento, ni regulación,
ni de un desarrollo sustentable que implique una cierta limitación. No es posible. O
si no, es sólo un mercado más. La cuestión del desarrollo sustentable, los
productos orgánicos, el fair trade, es un modelo de mercado también. Es un
nuevo mercado. No puede ser de otra forma en el marco del sistema capitalista
porque esa es su naturaleza y no lo vamos a cambiar ni a reformar en eso.
I-AV: Haciendo de abogado del diablo del sistema, tenemos la necesidad
de cambiar nuestras fuentes de energía por fuentes renovables. Si se pueden
producir bienes de consumo de una forma amistosa con el medio ambiente y los
productores, ¿por qué no acoger estas iniciativas que buscan humanizar el
sistema?
J.B.: Sí, energías renovables, hacemos el capitalismo verde amigable con
la naturaleza… Ahí la cuestión fundamental es saber para qué necesitamos esa
energía. Si estamos en el marco del capitalismo, que necesita esa energía para
proyectos productivos que son dañinos para el medio ambiente, para la salud
humana y que no tienen necesidad humana real, que la energía sea la contamina
más o la contamina menos, da igual. Antes de poder plantear la cuestión de qué
tipo de energía, el problema es saber para qué necesitamos esa energía. En el marco del
sistema capitalista, como las fuentes de energía fósil se están agotando,
necesitan encontrar otras fuentes que pueden ser las renovables.
El ejemplo del Istmo, el
parque eólico. Puedo decir que lo veo bien, la energía eólica puede ser
algo mejor que el petróleo. En este caso es construir un parque eólico sin
el acuerdo de las poblaciones, se va a destruir el ecosistema del que están
viviendo para la pesca, y todo esto es para servir de fuente de energía a
empresas transnacionales que van a producir no sé qué tipo de pan Bimbo o lo
que sea. Eso no lo queremos.
Denuncia de Verónica Munier sobre la situación en el Istmo de Tehuantepec, Diciembre 31 de 2012.
Pero tampoco a partir de eso
vamos a concluir que la energía eólica es una cochinada que vamos a rechazar
para siempre. Si es nada más poner una pequeña hélice para dar la energía que
necesita una comunidad y que en ese lugar puede funcionar, quizá está bien. Si esa
comunidad decide que necesita una cierta cantidad de energía y que así puede no
depender del sistema de generación eléctrica a nivel nacional ahí la eólica
podría ser útil. Repito: ¿para qué necesitamos esa energía? La cuestión es que
ahora en el sistema estamos usando una cantidad de energía para actividades
productivas, producción de bienes y de servicios que son totalmente inútiles.
Me gustaría hacer un cálculo, un repaso
de qué actividades en lo productivo en términos de bienes y servicios se están
haciendo ahora, cuáles son las que realmente nos sirven, y cuáles están
siendo generadas por el sistema, sus necesidades de producción ganancia y todo
el aparato que es necesario para permitir eso. El sistema de transporte,
también en cierta manera el Estado, la burocracia, etc. Por lo menos la mitad
de lo que se está haciendo en términos de producción de bienes y servicios lo
podemos quitar. Quizá más. Empezando con los ejércitos y la industria de
armamento, la industria química, lo agroindustrial, las burocracias y los
edificios que se construyen para ellas, los bancos, las compañías de seguro, la
publicidad, etc, etc. eso es más de la mitad de lo que se está haciendo en el
mundo ahora y eso lo tenemos que quitar. A partir de ahí la necesidad de
energía que tenemos va a disminuir, por lo menos a la mitad y hasta más.
I-AV: Mencionaste en tu ponencia una tesis muy sugerente sobre la
temporalidad del cambio revolucionario. Háblanos un poco de esto.
J.B.: La temporalidad revolucionaria tiene que ser múltiple. Primero lo
inmediato de la construcción, aquí y ahora como han dicho muchos de los
ponentes. Luego la inminencia de lo que se prepara. Tenemos que hablar aquí y
en otros lugares de qué vamos a hacer y cómo nos vamos a organizar para
conjugar nuestras acciones y nuestros pensamientos y también preparar lo que
todavía no está. Eso es una temporalidad hacia el futuro. Eso es entrar en una
discusión que es muy intensa, me parece. Claro, criticamos y ya rechazamos el
modelo de la revolución en el futuro, cuando solo nos preparamos para una
revolución cuando ya un día se dará el asalto, con las condiciones objetivas,
al poder del Estado. Queremos un proceso revolucionario que empiece aquí y
ahora. Lo dijeron muchos ponentes en el seminario, ya estamos en camino
haciendo otros mundos. Ya se construye.
Gustavo Esteva decía que el mundo nuevo
ya está, y en particular está en los caracoles y las comunidades zapatistas.
Entonces hay esa temporalidad revolucionaria en el presente. Es también lo que
dice John Holloway en sus libros, el último en particular.
Pero yo creo que hay que cuidarse ahí porque a lo mejor hay gente que lo puede
interpretar todo en el presente, solo podemos ver lo presente de la acción que
hacemos aquí y ahora. Eso puede ser peligroso porque todo no está ahí. Si
decimos el mundo nuevo que queremos ya existe, eso es una verdad y no lo es a
la vez. Porque ese mundo está ahí en las montañas que están detrás de nosotros,
pero de cierta manera no está. Todos sabemos que no es exactamente todavía lo
que queremos y que ese mundo está atacado y lo tenemos que defender. Como dicen
los zapatistas, pues falta lo que falta, y lo que falta es mucho a pesar de
todo lo que han hecho los mismos compañeros zapatistas. Eso nos habla de la
temporalidad de lo que todavía no está, de lo que falta y que nos implica
reflexionar los pasos siguientes.
Entonces al decir que la revolución está
en el futuro, falta algo. Decir la revolución es el hacer el aquí y ahora, le
falta algo también. Tenemos que juntar esas distintas temporalidades. Le pongo
en medio la inmediatez de lo que se prepara para las acciones de mañana y
pasado mañana. Es un intento de juntar varias posiciones. Esa es mi sugerencia.
Yabteclúm (Pueblo Viejo en tzoltzil, la lengua indígena de la zona) es una localidad del
municipio de Chenalhó, en Los Altos de Chiapas. Queda en la orilla de la
carretera que conduce de San Cristóbal de las Casas a Pantelhó. Ahí está la
escuela secundaria a la que asisten los niños de la región, un campo de
baloncesto que hace las veces de plaza central y una pequeña iglesia. El 8 de
marzo de 2013 se produjo un movimiento de personas inusual para esta pequeña
comunidad. Las mujeres de las Abejas de Acteal decidieron convocar a una marcha desde
Yabteclúm hasta lo queLas Abejas llaman
“la tierra sagrada de los mártires”. No es gratuita la denominación: el
recuerdo de las 45 personas asesinadas (16 menores de edad, 20 mujeres y 9
hombres) en Acteal por grupos paramilitares el 22 de diciembre de 1997 aún da
sentido y fuerza a la lucha de la Sociedad Civil Las Abejas, organización de resistencia pacífica fundada en 1992. Es muy probable
que los paramilitares hayan contado con la connivencia del gobierno de Chiapas y
nacional; eso está en proceso de ser dilucidado por los estrados judiciales
internacionales.
Las víctimas de esa fatídica tarde decembrina son el eje
sobre el que la organización construye sus denuncias en contra de lo que ellos
llaman el “mal gobierno” en sus pronunciamientos públicos. La centralidad de
las víctimas de la masacre se magnifica en la cotidianidad de los
sobrevivientes. Un duelo permanente enluta las sonrisas de los hombres y
mujeres que perdieron a sus familias en esa fecha terrible. Desde sus casas
construidas con tablas de madera y cubierta de zinc exigen un par de derechos
fundamentales: justicia y verdad.
La cita era a las 8:00 am. Llegamos a las 7:50 y ya las mujeres de la organización esperaban en la plaza. El atrio de la iglesia se vio súbitamente ocupado por las marchantes y sus acompañantes, algunos grupos de solidaridad con la organización y reporteros de medios libres. Después de un par de Padre Nuestros, Ave Marías y la bendición
del párroco, la marcha emprendió el camino hacia Acteal. El convoy estaba
encabezado por una camioneta desde la que las mujeres voceaban consignas a
través de un altavoz. Tras ellas caminaron cientos de mujeres con pancartas y
flores en sus manos. La columna de la manifestación la cerraban los hombres y
los invitados nacionales e internacionales.
A unos pocos metros de Yabteclúm comenzó el asedio
pasivo-agresivo de la fuerza pública: carros de la policía estatal y camiones
militares pasaron junto a la marcha dejando tras de sí el agridulce sabor de la
represión posible, latente. Más adelante un camión militar esperaba estacionado el
paso de la caravana mientras soldados armados miraban arrullados por el
ronronear vagamente amenazante del motor diesel. En fin, nada inesperado en
estos días de criminalización de la protesta social así esta sea pacífica.
Militares observan el paso de la marcha de las mujeres desde su camión.
El sol estaba en el cénit cuando la marcha llegó al
campamento militar ubicado a pocos metros del municipio autónomo Zapatista de
San Pedro Polhó. Las mujeres traían un mensaje para el ejército mexicano que
fue leído a los soldados de guardia frente a la guarnición. De cara a las armas
legales del Estado las mujeres gritaron a los cuatro vientos que “como sobrevivientes
no olvidamos lo que pasó y seguimos en pie, aquí estamos para demostrarles que
no tenemos miedo, aunque el gobierno no nos tome en cuenta, seguimos aquí, ¡no
nos cansaremos de exigir justicia!”. Arengas como “Chiapas, Chiapas no es
cuartel, fuera ejército de él” acabaron de clarificar el mensaje a los
militares.
Ese momento marcó el pico de la manifestación. Después de
plantar cara a las Fuerzas Armadas las mujeres continuaron su marcha hacia
Acteal, tierra sagrada. Una vez allí, se realizó una ceremonia religiosa en la
que se recordaron las víctimas de la masacre y las mujeres dieron lectura a
otro comunicado. Su valor se vio reflejado en el llamado a otras mujeres que
aún no se han organizado: “invitamos
a las compañeras: no teman en decir la verdad, a denunciar el maltrato
del gobierno […] decimos a todas aquellas que todavía no han salido
para organizarse o atrevido a decir que sus esposos les maltratan: nosotras
queremos que sepan que tienen derechos”.
Las mujeres de Las Abejas no sólo se quedaron en el mensaje a las
compañeras. También mostraron que su compromiso político de lucha pacífica en
contra de la arbitrariedad y la violencia del Estado después de 20 años de haberse
fundado la organización y de 15 de la masacre de Acteal no se detiene: “estamos en la organización para
exigir justicia porque vemos que el gobierno únicamente tiene intenciones para
acabar con lo que hacemos, pero les decimos que seguimos en la resistencia.” El
espíritu de estas mujeres muestra cómo es posible construir espacios de
autonomía y libertad en medio de la represión y el acoso estatal y de cómo el
amor es sinónimo de lucha. Lucha que siembra las semillas de un
mejor futuro para los niños y niñas que sin haber aprendido a hablar ya caminan una senda de resistencia en compañía de sus madres.
Más imágenes del Día Internacional de la Mujer con Las Abejas de Acteal aquí.